Mi querida Yelahia,

Mis ojos y mi corazón te agradecen muchísimo por esas foto sencillas pero preciosas. Me encanta todo: los jeans que están llevando, me gustan mucho las joyas que están en tus uñas, el color rojo de tu pedicura me fascina, tus plantas arrugadas son magníficas, también me encanta el juego de luz que está presente en muchas fotos. Y el color amarillo que hay en unas de tus fotos es mágico. Y la última foto en blanco y negro con las arrugas en tu pie es preciosa. Soy un gran fan.

Ahora, cierra los ojos e imagínate la escena siguiente:

Estamos en mi apartamento. Nos paseamos en París todo el día y llegamos a casa. Estamos llevando jeans y nos descalzamos. Te sientas en mi sofa y te relajas mientras que estoy cocinando.
Estamos comiendo, me dices que cocino muy bien, y te agradezco mucho.
Tras la cena, te acuestas en mi cama para relajarte. Me siento cerca de ti y te pregunto cómo estás. Me contestas que estás bien, que encantó París, que comiste muy bien, que te gustó la comida, pero que estás cansada.
Entonces, tomo tus pies con mucha dulzura y empiezo un masaje, para que te relajes. Comienzo por el pie derecho, mis manos están corriendo muy lentamente en tus plantas, lo que te hace sonreír. Están corriendo mis dedos muy lentamente de arriba abajo, y noto que te ayudan a dormirte esas cosquillas suaves. Luego, huelo tus pies y les regalo unos besos. Aunque están rojas tus plantas, no huelen. Sigue el masaje y presiono con firmeza pero lentamente el centro de tus pies, lo que te encanta. Hago lo mismo en el talón y en los dedos de los pies.

Repito las mismas etapas en el pie izquierdo, y sigo besando y oliendo tu pie. Te pregunto si te gusta mi masaje, pero no respuesta. Te miro y veo que estás durmiendo.
Te cubro con la cobija, te beso en la frente, y te dejo dormir.

Espero que te haya gustado esta historia. Es algo que quiero regalarte. Es mi manera de regalarte por todas esas sesiones y para decirte que cuentas mucho para mí.

Mil besos y cuídate mucho. ¡Qué Dios te bendiga siempre!