Mis queridas Anaïs y Yelahia,
Os agradezco del fondo de mi corazón por este precioso regalo. ¡Me encanta!
Nunca me canso ver vuestros pies lindos y arrugados. Ilumina mis días, tardes, noches, y sueños.
Además, esos jeans blancos representan la sensualidad, la pureza del fetichismo de pies.
Quiero estar a vuestros lados para que podamos disfrutar juntos de nuestros pies.
Cerrad los ojos e imaginad la escena siguiente:
Estoy de vacaciones en Medellín, y Anaïs y tú me invitáis a casa para que lo pasemos genial juntos.
Llego a casa, y la primera cosa que hago es descalzarme. Me invitáis a sentarme con vosotras en el sofá. Bebemos algo juntos y miráis mis pies.
Me acariciáis los pies y me decís que son muy suaves. Os contesto que me regalé una pedicura antes de irme al aeropuerto. Mis pies están hidratados y os encanta.
Me regaláis cosquillas, me oléis los pies y no huelen. Lo estamos pasando genial.
Luego, es mi turno: me siento frente a vuestros pies, os quito los tacones y comienzo también a oleros los pies. Respiro su aroma, y me pongo a acariciarlos (sí, los 4 pies al mismo tiempo) y a besarlos.
Os reís aún más porque tenéis muchas cosquillas, y minutos después, os regalo un masaje dívino.
Está delicioso, os encanta y me decís cada una que es muy sensual.
Mientras os estoy regalando masajes, me tomáis los pies y me regaláis caricias. Aquí estamos jugando con nuestros pies mutuamente, pasándolo genial.
Y para agradeceros de nuevo, me voy a la cocina y nos cocino mi plato francés favorito: una ratatouille.
Lo probáis y os encanta. Anaïs me dice que soy un súper cocinero, tú Yelahia, me dices que mis masajes son increíbles.
Os abrazamos largamente y nos agradecemos uno al otro los cumplidos.
Espero que esta historia espontánea os haya gustado.
Un beso enorme desde París. Os quiero